Os dejo el primer microrrelato de ficción de «Aquellos días sin besos» que podéis conseguir aquí
Distopía
Abril terminó sus clases virtuales aquél día soleado de primavera de 2035, y salió a la calle en dirección a Plaza Victoria, donde en unos minutos se conmemoraba, como cada año junto al gran monumento, el día que acabó la mortal pandemia, hacía ya 15 años. El blanco asfaltado de la enorme avenida, abovedada con frondosos árboles, acogía a centenares de personas que se dirigían también al evento.
A sus 22 recién cumplidos, Abril recordaba aquellos días de confinamiento vagamente, cuando jugaba mucho con sus padres en el salón, no había colegio, y no había besos ni abrazos. De repente, una tarde dejó de ver a su abuela para siempre por la pantalla del móvil.
Tristeza y juegos. Poco más recordaba.
Un coche de la nueva policía sanitaria pasó delante de ella, e instintivamente la joven buscó la cabina pública de lavado más cercana. Se enjuagó las manos con aquél líquido viscoso y se secó concienzudamente mientras el agente la vigilaba desde la esquina.
Siguió andando entre una multitud lenta, vaga y silenciosa. La gigantesca estatua, de más de 40 metros de altura, mostraba tres enfermeras manejando un respirador de los de entonces, sobre una pila de féretros amontonados. La joven se detuvo a un metro y medio de su amiga Julia. Se saludaron mientras miraban con disimulo la placa colgada de sus cuellos, donde se indicaba la última actualización de sus vacunas.
Un hombre con uniforme comenzaba a hablar en el atril.